sábado, 20 de enero de 2018

Pequeña serenata diurna (en versión de una mujer que camina)

Banda sonoraCanción "Pequeña serenata diurna", de Silvio Rodríguez (ver letra).

Trayecto: Campus de la Universidad de Deusto de San Sebastián hacia la Plaza de Guipúzcoa, bordeando el río Urumea por la orilla del Paseo de Francia.


"Camino por Donostia: ciudad hermosa, ciudad burguesa. Me miro y veo la imagen del privilegio. Estoy a punto de sentir vergüenza. Entonces, desde la canción surge una nueva voz..."

Voy de regreso a la oficina. El día es frío y luminoso y no hay nada que me guste más que pasear al lado de un río. En  mi cabeza los acordes de "pequeña serenata diurna" de Silvio Rodríguez. Escucho la letra, se desarrolla, acaba, vuelve a empezar... fluye en orden y serena.

"Vivo en un país libre, el cual solamente puede ser libre en esta tierra, en este instante"

La luz brilla sobre una ciudad en que hace años no suenan tiros. El cese del estruendo debía dejar paso a las voces, quizás discordantes pero nítidas. Creí que sabríamos escuchar. El nombre Izar, las pancartas de las manifestaciones de los viernes vienen a contradecirme. Sin embargo, "en esta tierra y en este instante", no puedo evitar sentirme personalmente libre. Decido dejarme arrastrar por la fuerza del momento.

"Soy feliz porque soy gigante"

La cara fría, las manos en los bolsillos y el calor que brota del cuerpo que camina. He parido un niño y una niña y me sé milagrosa. Despeinada y todo, mi cabeza es terroríficamente productiva y los pensamientos que "muelo y rehago habitando el tiempo"  tienen una existencia casi tan material como las pisadas que me están llevando hacia el puente. Me siento bien: potente, poderosa, activa.

Sin embargo, quizás por la cercanía del mar, la canción se encabrita y una frase obstinada empieza a girar en bucle:


"Que me perdonen por este día los muertos de mi felicidad"

Soy  blanca. Heterosexual. Tengo salud, trabajo, vivienda, hijos sanos, pareja con quien comparto los cuidados. Cuento con el apoyo de amigos, amigas, familia: no estoy sola. Nadie me acosa ni me persigue. Camino por Donostia: ciudad hermosa, ciudad burguesa. Me miro y veo la imagen del privilegio. Estoy a punto de sentir vergüenza. Entonces, desde la canción surge una nueva voz y me dice:

-  ¡Cuidado! Cambia la frase. No pidas perdón: da las gracias.
-¿?
- No tienes que disculparte. Tú no eres su verdugo: eres su heredera.

Vuelvo a mirarme: una mujer que camina despeinada, desarreglada y hasta hace un rato, bastante despreocupada. Trabajo y me pagan, me gusta lo que hago, mi marido recogerá hoy a los niños, jugará con ellos, les dará de comer. La voz de alerta de la canción me pone en guardia: ¿son privilegios? ¿acaso no tengo derecho?

"En esta tierra, en este instante" una mujer satisfecha. Muchas personas, muchas mujeres han luchado y luchan  para que yo hoy sea una mujer que trabaja y cobra, que comparte crianza, que camina felizmente sola por la ciudad. Muchas han pensado, escrito,  publicado y dado ejemplo para que de mí surja una voz de alerta contra la tentación de la culpa. Desde donde están sonríen porque, "en esta tierra, en este instante", hemos ganado la batalla.

- Cuidado- vuelve a decir la voz.
- ¿?
- No seas autocomplaciente.
- No me jodas...
- No te quiero aguar la fiesta, sólo recordarte que la herencia no es sólo tuya.
-¿Me vas a volver a cargar la mochila?
- No. Pero la herencia trae un pacto.
- ¿Un pacto?
- El pacto entre hermanas: que tu uso no perjudique a ninguna y contribuya a agrandar la heredad.

Sonrío. Es un pacto justo. Es un pacto hermoso.

Gracias.


5 comentarios:

  1. Qué bonito, Libe; haces que sintamos cada uno de tus pasos y de tus pensamientos, uno a uno. Es fácil compartirlos. Lo que no es tan fácil es verbalizarlos de forma tan precisa y bella como tú lo haces. Me gusta especialmente cómo le das la vuelta al tema de la culpa.

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    1. Gracias Loli! Y a disfrutar de los momentos de plenitud sin culpa alguna. Creo que es el mejor homenaje posible a quienes se dejaron la piel para que estemos donde estamos. Eso, y seguir avanzando! Un abrazo!

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  2. Me produce una tremenda sensación de intimidad compartida, este escrito tuyo. Lo que expresa; ese diálogo interno con la bella balada de S. Rodríguez mientras caminas, es tan sincero, tan hondo...
    No, no hay culpa, aunque a veces nos ronde. Es difícil por mínima empatía que nuestra plenitud no quede "tocada en el ala"
    en cuanto abandonamos el resguardo de nuestro núcleo feliz y atendemos a lo que nos rodea...
    Pienso que, como tan bien dices, estamos obligadas a transparentar nuestra plenitud siempre que acontezca porque sabemos que es una obligación moral con las que fueron, son y serán.

    Leyéndote me acordé de unos versos de Borges que cito de memoria..."Os traicione (padres). No fui feliz..."
    Sigue dándonos testimonio de toda plenitud posible. Vieras qué bien nos hace que además mantenga ese puntito de vigilancia.

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  3. Me encanta como sientes,Libe,y como lo dices.

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