domingo, 21 de febrero de 2021

Anne con E de Educativa

 La serie “Anne with an E” me ha mantenido a lo largo de las últimas semanas entre dos mundos: el de la serie, y el mío a través del prisma de la serie. He asistido con dolor al abandono y violencias sufridas por Anne en su condición de huérfana y pobre, y con pasmo a sus estrategias de resistencia de niña extremadamente inteligente, imaginativa y singular. Con Anne de la mano he visitado también  mi propia infancia  y adolescencia de niña rara, y le he hecho unas cuantas preguntas a la niña dormida de mi adultez. Lo he pasado mal, pero en la montaña rusa de sensaciones por las que me ha llevado la serie, ha prevalecido ese poso positivo que dejan las historias en las que la libertad de pensamiento, la bondad y la valentía contagiadas son capaces de cambiar las cosas  a mejor. 



Este post no aborda la serie desde lo audiovisual. No es un ámbito que maneje y, aunque desde la experiencia de espectadora son mucho los placeres que me ha proporcionado (la producción es muy cuidada, las imágenes de la naturaleza y el campo son muy hermosas, y la particular relación de Anne con su entorno tiene un tratamiento muy logrado) lo que pretendo con este post es compartir algunos  apuntes sobre temas que aparecen en la serie y que hacen de “Anne” una oportunidad para reflexionar sobre algunos valores y temas sociales. Son apuntes personales sobre lo que Anne nos “enseña”, su currículum explícito y a ratos más oculto y que considero  feminista, porque es una historia sobre la emancipación de varias personas de una comunidad, sobre todo mujeres, pero también de algunos hombres.

No me he preocupado de evitar spoilers, así que si no habéis visto la serie y os gustan las sorpresas, es mejor que esperéis a verla para leer este texto. Me encantará saber si estáis o no acuerdo conmigo  cuando la veáis.

“Anne with an E” está basada en la novela “Ana de las Tejas verdes”, libro escrito por la canadiense Lucy Maud Montgomery y publicado por primera vez en 1908. Aún no he leído la novela (sí vi la miniserie televisiva de 1985 que recuerdo que en su momento también me entusiasmó) pero por muy revolucionaria que fuera su propuesta para aquel momento, dudo que llegara a abordar algunos de los contenidos que aparecen en la serie, entre ellos diversidad sexual y raza, no al menos de la manera en que se abordan en esta producción. Asimismo, la transformación que alcanzan muchos de los personajes de la serie en el mundo de 1877 es grande si la comparamos con discursos  presentes aún en 2021.  Si cotejáramos algunos elementos de la serie con la realidad de ese momento (oportunidades de estudio en las mujeres, segregación racial, etc.) seguramente algunas historias nos parecerían demasiado excepcionales para la época. Por eso es importante señalar que  Anne es una serie con estética “de época”, pero no se trata de una serie “histórica”.   

Sin embargo, al ser una serie con la estética que podría asociarse a lo “tradicional”, Anne nos desliza suave y desprevenidamente hacia temas de una gran vigencia. La serie no se queda corta en algunos de los debates y propuestas que persisten en el mundo actual, pero, salvo excepciones (las escenas de la infancia de Anne y las del secuestro de Ka’kwet, niña mi’kmaq amiga de Anne, son las que muestran una mayor crudeza)  temas candentes como la diversidad sexual, la soltería como opción vital, o la oposición a la autoridad y el cuestionamiento de los roles de género, se introducen desde un tono y estética tradicional que en contenido de conservadores tienen poco. La credibilidad de la serie viene marcada por la verosimilitud de su propia lógica interna en la que los personajes, enfrentados a ciertos conflictos, son capaces de escucharse, reflexionar y cambiar.  En este sentido la serie actualiza el libro, y es capaz de llevar el espíritu original del mismo a un mundo más contemporáneo, mediante la diversificación de temas, personajes y  un tratamiento más actual de los mismos. 

A continuación enumero algunos delo temas por los que me he paseado con Anne:

El abandono de la infancia. La serie comienza con la decisión de Marilla y Mathew Cuthbert, hermana y hermano solteros entrados en años, de llevar a vivir con ellos a un niño huérfano para ayudar en las labores del campo. Al llegar a la estación de trenes, donde debía recoger al niño esperado, Mathew encuentra a Anne, una niña pelirroja de 13 años y muy habladora, a la que no se atreve a “devolver” y lleva consigo a Tejas Verdes, la granja que comparten él y Marilla. Cuando Marilla ve a la niña se desencadena un primer drama, ya que la Anne se enfrenta al hecho de que su llegada es un “error”, que no la quieren en esa casa y que va a ser devuelta al orfanato. En esta primera parte dela serie sabremos que Anne ha sido previamente llevada a casas al cuidado de los bebés y necesidades de la familia, y ha sido devuelta al orfanato en ocasiones anteriores cuando se han presentado dificultades.

La serie muestra el desamparo de las niñas y niños huérfanos, que quedan bajo la tutela de instituciones maltratadoras o al servicio de familias en ocasiones en situación de semi esclavitud, o que los toman y dejan a voluntad. Hacia el final de la serie conoceremos también la violencia esta vez por parte del estado y de la iglesia hacia Ka’kwet, niña mi’kmaq (pueblo originario de la actual Canadá) a la que separan de su familia para darle una “educación civilizada”. El desamparo aquí es de todo un pueblo al que se despoja de su identidad, territorio, familia, ensañándose en su infancia para destruir en ella los vínculos con su cultura. 

También conocemos la historia de Jerry, niño al que finalmente contratan los hermanos Cuthbert para ayudar en el campo cuando deciden quedarse con Anne, quien se ve obligado a trabajar desde niño y no ha ido nunca a la escuela. Se evidencia una situación en que niños y niñas no son sujetos de derecho, y cuyo futuro depende en gran parte de la buena o mala suerte de la familia en la que nacen y/o de tener adultos que le cuiden y acompañen. Se trata de un tema de gran vigencia y aún no resuelto. Basta revisar por ejemplo la manera que en nuestro entorno se trata a los niños y niñas migrantes que han llegado solos a nuestras costas. 

Anne tiene finalmente la buena suerte de encontrar a Mathew y Marilla. De hecho Marilla decide darle una oportunidad a Anne cuando se da cuenta de la situación a la que la niña se verá abocada en caso de ser devuelta. Como sugiere Mathew, “no se trata tanto de qué puede hacer Anne por ellos, sino de lo que ellos pueden hacer por Anne”. El cambio de mirada de Marilla hacia Anne implicará tímidos cambios también de su mirada hacia Jerry, a quien cuidará un poco mejor. 

Los roles de género. Ya hemos mencionado antes que Marilla al principio rechaza a Anne por el hecho de ser una niña y por lo tanto no apta para ayudar en el campo. En vano se esfuerza Anne en convencerla de que puede trabajar tanto como un niño: el espacio de las niñas y mujeres es la casa. A lo largo de la serie asistiremos a la diferenciación de roles entre hombres y mujeres, y a un cuestionamiento de los mismos. Veremos que las expectativas de familias como las de Diana es casar bien a sus hijas, de manera que la educación cumple el rol de que se conviertan en mujeres instruidas para poder optar a un marido de buena posición. En la economía de las familias más pudientes veremos cómo se excluye a las mujeres de decisiones importantes y cómo ellas se rebelarán ante algunas de estas situaciones. La propia Marilla vivirá en sus carnes las consecuencias de que Mathew hipoteque Tejas Verdes sin su consentimiento (y sin impedimento legal para actuar sobre una propiedad que no es sólo suya). La aparición de mujeres independientes como la profesora Muriel Stacy o la tía Josephine abrirá camino a nuevas miradas sobre lo que las mujeres quieren y pueden hacer. Las opciones en este caso estarán relacionadas también con la autonomía económica. 

Los roles de género también afectan a algunos hombres. A Mathew su timidez lo lleva a aislarse, y la capacidad artística de Cole, que siempre está con las chicas, no es bien vista para un niño campesino y raro (posteriormente sabremos que es gay). En la medida que los personajes encuentran lugares seguros y se sienten  aceptados, irán desarrollando su propia autoestima e identidad, y avanzarán también en libertad y autorrealización. La cabaña de creación de Anne, Diana y Judi, a la que se sumará Cole, es un ejemplo de espacio seguro y creativo en el que cada persona puede ser una misma. La destrucción de la cabaña por parte de Billy y otros chicos que encarnan la masculinidad hegemónica no deja de ser una imagen de cómo el patriarcado destroza y elimina cualquier espacio que opere fuera de los márgenes establecidos.  

La amistad. Las cosas cambian para Anne el momento que conoce a Diana y se hacen amigas. Diana es la hija mayor de una de las familias más pudientes de Avonlea. Son dos niñas que aman profundamente los libros y, a pesar de tener realidades muy distintas, conectan inmediatamente. Anne descubrirá a Diana los placeres de la imaginación y del pensamiento no convencional, y Diana con su cariño y lealtad apoyará y guiará a Anne en sociedad. La amistad aparece así como  un espacio de apoyo mutuo, de libertad, de conflictos puntuales y también del crecimiento mutuo a partir de ellos. Así lo demuestra también la relación entre Marillia y Rachel, que tendrán varias discusiones y desencuentros a lo largo de la serie, de los que saldrán sin embargo fortalecidas. 

La amistad sólo es posible entre iguales. No necesariamente entre “iguales” en cuanto al lugar que es socialmente asignado, sino personas iguales desde la valoración y respeto mutuo. Asistimos a esta amistad entre “iguales diferentes” en la relación de Anne con Cole, Anne con Ka’kwet; o Gilbert (compañero de escuela de Anne que emprende un viaje en el que trabaja en las calderas de un barco) y Sebastián (Bash), compañero  de Gilbert en las calderas con quien finalmente Gilbert vuelve a Avolea para trabajar en su granja. Gilbert y Bash acaban siendo prácticamente familia, a pesar de los prejuicios raciales a los que debe enfrentarse Bash. El arraigo de Bash y su familia en Avonlea será el germen de la amistad de Mary (pareja de Sebastián) y Marilla y Rachel entre otras  Las amistades entre “iguales-desiguales” se ven sometidas a presiones del entorno mucho mayores que las de cualquier otra amistad, y a veces  se enfrentarán a situaciones imposibles de sortear, como la de secuestro de  Ka’kwet por parte de la iglesia y el Estado. 

La sororidad. Como no podría ser de otra manera, las relaciones entre mujeres en la serie aparecen llenas de rivalidades y conflictos, sobre todo las relaciones de Anne y sus compañeras de clase. Y a ratos, cómo no, en medio de algunos problemas habrá algún chico. Anne aprenderá muy pronto que “Gilbert es de Rudy”, lo que por su supervivencia en el grupo le llevará a tomar una actitud de distancia hacia Gilbert. Las relaciones entre chicas aparecen llenas de filias y fobias, sin embargo en la serie hay momentos clave en los que serán capaces de dejarlas a un lado y acompañarse, por pura solidaridad en su condición de mujeres, como cuando todas celebran junto a Prissy la decisión de ésta de abandonar al profesor Phillips en el altar. El ejercicio de la sororidad implicará lecciones duras para Anne, como cuando con la intención de denunciar la actitud abusiva de hombres hacia las mujeres expone a Josie y la perjudica sin querer. Porque cuando sufrimos algún abuso, muestra la serie, nos marcará y se no culpará a nosotras, cosa que Anne no está dispuesta a admitir. El artículo que Anne escribe en el periódico de la escuela, es todo un alegato feminista,  y levantará ampollas, sobre todo en los poderes de la comunidad.  

El amor. El amor en la serie no es sólo, ni principalmente, el amor de pareja. Dos de las figuras principales, Mathew y Marilla, son solteros. A lo largo de la serie conoceremos más sobre ellos y por qué no se casaron, pero también se reflexionará sobre esa condición de soltería, y se evolucionará desde una mirada de carencia hacia otra de plenitud vital. En una de sus múltiples meteduras de pata, Anne se intenta excusar con Mathew diciéndole que no quería que él se quedara sin amor (Anne ha estado haciéndole de Celestina) y Mathew le contesta “cómo puedes creer que vivo sin amor si te tengo a ti”. También cuando Anne vuelve de la visita de casa de la tía Josephine, habiendo descubierto que la amiga de la tía Jo era en realidad su pareja, y comenta que “cuando vives la vida junto a la persona que amas esa vida no puede ser un error”, Marilla y Mathew se miran con complicidad porque lo aplican a su propia vida: su vida de cariño y cuidados mutuos no es  una equivocación. Además, la evolución del cariño de Marilla y Mathew hacia Anne es uno de los amores protagonistas de la serie.

La serie no está exenta de referencias al amor romántico, pero si bien a veces parece idealizado (“cómo saber quién es la persona para ti” se pregunta Gilbert reforzando el mito de la media naranja), la serie muestra varias aproximaciones. Marilla sabe que “el amor no todo lo puede” y permanece cuidando a su madre en vez de “salir al mundo” con el padre de Gilbert, y Mathew, reencontrado con un amor de adolescencia, opta por dedicar todo su tiempo a Anne. Tenemos a Rudy, que vive enamorada de Gilbert y pendiente de si él la mira o deja de mirarla; a Josie, emparejada con Billy en parte empujada por su madre a utilizar el poder de su belleza para atraer un buen partido; a Diana y sus amores escondidos con Jerry. Las tres cambian hacia el final de la serie: la primera porque encontrará a alguien con quien conecta de verdad (Gilbert no le hace ni caso), Josie a partir del abuso de Billie no cederá a la conveniencia del buen partido, y Diana se aburre de Jerry, una relación que no sostiene ni el peso de la diferencia social y educativa. La propia Anne va cambiando su propia visión romántica del amor, que parece ser más estética que real. Y es que, en palabras de la tía Jo, “si lo que quieres es ponerte un hermoso vestido blanco, si estudias podrás comprártelo y ponértelo cuando quieras”.

El matrimonio. En la serie el matrimonio, al principio, parece ser el destino natural de las mujeres. Las mujeres solteras, como Marilla, tienen que aguantar que se las trate de personas incompletas (de ahí alguna que otra discusión con Rachel).  En varios casos sin embargo el matrimonio aparece como la sombra de una condena de la que los personajes logran escapar al límite. Es el caso de Prissy cuando sale corriendo de la iglesia en la que está a punto de casarse con el profesor Phillips,  y el de Josie que, a pesar de la presión social y de su familia, le da calabazas a Billy porque se da cuenta que es un potencial maltratador. La posibilidad de casarse bien es también una barrera en el camino de Diana hacia la Universidad. También escapa Gilbert de alguna manera, al no sucumbir a las convenciones (y ambiciones) y no casarse con Winifred. Es un mal trago para ambos, pero es mucho más honesto y a la larga más liberador. En varios casos, la serie muestra que no casarse es mejor que hacerlo.  

Sin embargo, el matrimonio parece ser un espacio de integración social en la época, y es por ello que, como hemos mencionado anteriormente, Anne y Cole convencidos que como seres distintos al resto tienen pocas posibilidades de casarse y tienen el riesgo de quedar así “fuera de la sociedad”, se imaginan haciendo entre ellos una “unión entre iguales”. Ya hemos mencionado antes también el camino de “reconciliación” que hacen Mathew y Marilla con su condición de personas solteras. 

Por otro lado está el “no matrimonio” de Anne y Gilbert. La serie nos deja en un punto preciso: ambos se han aclarado, saben que se gustan, tienen un vínculo especial, y lo mantienen cada uno desde su lugar de estudios: ni Anne ni Gilbert renuncian a nada para estar con la otra persona.  En la serie el único espacio de renuncia que es amor es el de renunciar al chantaje. Querer bien, es no atar.

Diversidad sexual. La diversidad sexual está presente en la serie principalmente en la figura de dos personajes: Josephine, tía de Diana que acaba de perder a su pareja Gertrude (a quien su familia siempre ha considerado “simplemente” una amiga) y Cole, compañero de clase de Anne, gay, y con un talento y sensibilidad artística fuera de lo común. Sabremos por Cole que el profesor Phillips es también gay, pero su falta de auto aceptación toma forma de agresividad hacia todas las personas que percibe como diferentes. En su intento por parecer un hombre con parámetros de masculinidad hegemónica, el Sr. Phillips se torna en un personaje egoísta, agresivo y odioso. 

Además de los ataques del profesor Phillips, Cole es diana de los ataques de Billy, paradigma de machito y bully de clase. Anne también ha sido objeto de los ataques de Billy, y el apoyo mutuo entre ambos es una de las razones que les lleva a entablar amistad (y viceversa, mediante la amistad aumenta el apoyo mutuo). Las diferencias se pagan, también en Avonlea. 

La homosexualidad de tía Jo y Cole es algo a lo que asistimos pero de lo que no se habla explícitamente en la serie, salvo en momentos puntuales, como la fiesta que la tía Josephine organiza en su mansión. Sólo Anne, Cole y Josephine lo abordan de forma abierta y natural, y cuando Diana comprende la verdadera naturaleza de la relación entre su tía y Gertrude, sufre una crisis interna importante: lo que para Anne es una revelación y para Cole una liberación, para Diana supone una fractura. En este sentido la serie respeta los límites de la época, y reconoce la importancia de la relaciones de confianza y espacios seguros. Como le comenta la tía Jo a Anne en algún momento “cuesta  encontrar a la persona en que confiar, pero cuando lo haces, los lazos son también más fuertes”. La ventaja de Josephine es que es una mujer con mucho dinero, lo que le da independencia. Y utiliza su experiencia, su influencia y su dinero para apoyar a personas como Anne y Cole, a quien toma bajo su protección. Cole, chico de familia campesina pobre, habría tenido una historia muy distinta sin la asistencia de la tía Jo. Una vez más, donde reina un sistema injusto y la falta de protección a la infancia y juventud, la intervención positiva de una persona adulta es importante.

La iglesia. Para malas influencias, tenemos a la iglesia. La propia Marilla acaba convenciéndose de que el reverendo es un retrógrado cuando lo cita para convencer a Anne de volver a la escuela (Anne no quiere porque la martirizan profesor y algunos compañeros) y en vez de ello él respalda la idea de que Anne se quede en casa, porque es el lugar de las mujeres.  El rol de la iglesia con las personas indígenas, que se ve en la historia de Ka’kwet, es el de artífice del despojo cultural de una comunidad y maltrato colectivo e individual (a un conjunto de personas perteneciente a una cultura, en cada una de las niñas y niños bajo su “protección”).  Asimismo, el poder masculino de la “board” (el espacio en que se toman las decisiones importantes en el pueblo) está debidamente acompañado por el representante de la iglesia. No en vano Marilia y Rachel urden un plan para neutralizar al párroco y así poder incorporar más mujeres a dicho espacio de toma de decisiones. La iglesia representa en la serie lo peor del poder patriarcal y colonial.

Masculinidades. Los personajes más desagradables de la serie, aquellos que ejercen violencia hacia las demás personas, son en general representantes de la masculinidad hegemónica y patriarcal. Tenemos ahí al ya mencionado Billy, el estafador joven de la segunda temporada, el profesor que lucha contra sí mismo por parecer “un hombre de verdad”, los miembro de la “board” de Avonlea, el padre de Diana o el de Prissy (hermana mayor de Billy, que deja plantado al profesor Phillips en el altar y se centra en los estudios, pero no logra convencer a su padre que es ella y no Billy quien puede llevar mejor los negocios de la familia). Ningún hombre está libre del todo: el propio Mathew, que se encuentra muy lejos de ser un “macho al uso”, pasa por encima de Marilla y usa su privilegio de varón cuando decide hipotecar Tejas Verdes. Pero es de justicia decir que Mathew es uno de los personajes que claramente muestra que hay otras formas de ser hombre: discreto, cuidadoso, es el primero en ver en Anne a una criatura fascinante, llena de vida, de imaginación, de creatividad. No es casual: son los hombres que valoran a Anne y no se sienten amenazados por ella quienes representan la alternativa.

Las acciones de las masculinidades hegemónicas afectan directamente y de forma negativa en la vida de las mujeres, y también de personas homosexuales como Cole. De todos los personajes principales el más representativo de la masculinidad hegemónica es Billy. En él se puede  observar además uno de lo rasgo que define la masculinidad hegemónica: su performatividad, es decir, la necesidad de demostrar constantemente ante los demás su “ser macho”. La mayoría de sus acciones son de cara al público: cuando molesta o agrede a Anne o a Cole en clase, cuando hace ostentación de salir a la caza del zorro, cuando expande el rumor de que ha besado a Jossie. Sin embargo, cuando tenemos acceso a momentos en que no está frente a otras personas, vemos que su comportamiento varía: un ejemplo es la escena en que deja escapar al zorro.

Tenemos también al séquito de hombres que ríen las gracias del machito de turno, como los compañeros del colegio que no intervienen o ríen cuando Billy agrede. Las masculinidades disidentes no tienen otra alternativa que romper con estas dinámicas. Es así que Gilbert deja bien claro a Billy que él no es su amigo (aunque lo haga con el código del puñetazo, todo hay que decirlo). Ser aliado feminista implica distanciarse y romper con las masculinidades tóxicas.

Y junto con el fortalecimiento de masculinidades alternativas, otros personajes van cambiando, algunos chicos del séquito se distancias de Billy cuando empiezan a participar en otros espacios y van tomando partido por la defensa de otros valores, como cuando deciden defender el proyecto de la profesora Muriel Stacy. 

Educación (inclusiva). ¿Qué habría sido de esta historia de haber contado Avonlea con un sistema educativo segregado (por sexos, clases sociales u otro.)? La escuela es el lugar donde confluyen gran parte de los niñas y niños de Avonlea (no todos, ya que las niños y niñas más pobres quedan fuera, alguno forzados por las circunstancias, como Cole, pero otros como Jerry nunca llegan a ir) y que hace posible que se conozcan e interactúen. La escuela de Avonlea es  un potencial espacio de cohesión social (aunque no sin dificultades) en el pueblo. Los conflictos de la escuela tienen su reflejo en la comunidad, y los de la comunidad en la escuela. 

La escuela, por mucho que confluyan distintas personas, no es igual bajo el liderazgo del señor Phillips o el de la profesora Muriel. El espacio de verticalidad, enseñanza bancaria y abuso del profesor no tienen nada que ver con la propuesta desde el respeto (lección para Anne la de no ser  cotilla), el aprender haciendo y desde los espacios de descubrimiento de Muriel. Muriel será un modelo a seguir para Anne, que decidirá estudiar para ser profesora, y Gilbert encontrará la línea de estudio que quiere seguir en medicina gracias al descubrimiento que le supone ver a una abuela mi’kmaq curar a un compañero en una de las salidas a terreno con la profesora.  El conjunto de estudiantes se posicionará a favor de la profesora Muriel haciendo frente a la Board, reivindicando que sus métodos funcionan. La imagen de las y los estudiantes entrando a la reunión que decidirá el futuro de Muriel llevando bombillas encendidas mediante una conexión eléctrica con patatas, es una imagen literal y metafórica sobre cómo llevar luz a un pueblo sin electricidad.   

Más allá del tema de la innovación pedagógica, en la escuela Anne es al principio una presencia extraña que desencadena una serie de conflictos: el profesor  intenta mantener a raya a una niña inteligente y sin complejo de hacer ver sus experiencias y conocimientos y capaz de superar a Gilbert, el “mejor estudiante” hasta el momento; a Diana le supone toda una serie de pruebas de lealtad y apoyo a su amiga, que resulta ser el perro verde de clase; el conjunto de la clase tiene que posicionarse ante distintas situaciones, y para Anne es todo un proceso de aprendizaje en el que, sin renunciar a lo que es justo, debe aprender también a comportarse en grupo y en sociedad. A lo largo de la serie la personalidad de Anne va sufriendo transformaciones, pasando de ser una niña alocada, de imaginación desbordante y de carácter impulsivo, a una muchacha independiente que utiliza su imaginación de forma constructiva. Esto da para reflexionar sobre conceptos como el de la “zona de desarrollo próximo” de una manera tanto individual como colectiva: Anne es capaz de llegar a madurar de la forma que lo hace gracias al acompañamiento de su profesora, sí, pero también de Marilla y Mathew, Diana,  Cole o Josephine entre otras personas. Pero la propia Anne es fundamental para que Marilla y Mathew, Diana, Cole y otras personas aprendan y se desarrollen más allá de lo que habrían hecho si Anne no hubiera aparecido en sus vidas.

La comunidad. Y es que Anne es la catalizadora de un procesos de transformación comunitaria en Avonlea. Podríamos decir que Avonlea tiene un proceso de desarrollo moral comunitario gracias a Anne. Este aprendizaje parte con Marilla, que en un principio accede a la idea de tener un niño huérfano desde una perspectiva utilitaria y cuando llega Anne y le cambia los planes, le tambalea también algunos cimientos sobre lo que es correcto. Desde una progresiva apertura emocional que redunda también en una apertura de mente (Marilla toma cariño a Anne y se plantea realmente hacer lo mejor para ella) Marilla emprende un camino que la sacará de su forma de hacer y pensar, que hasta ese momento podría considerarse convencional.  

Por ejemplo, cuando ocurre en incidente del “pequeño ratón” (que es la forma en que Anne cuenta a sus compañeras de clase que ocurren las relaciones íntimas entre hombres y mujeres, haciendo  alusión al pequeño ratón que tienen los hombres entre las piernas) Marilla está totalmente escandalizada por lo mal parada que le deja ese comentario de Anne; pero cuando Mathew señala estar cabreadísimo porque en realidad “una niña no debería saber eso” y saca el tema de lo formal (la niña ha dicho algo impropio que nos deja en mala posición) para llevarlo a lo que es importante (lo expuesta que ha estado la niña a situaciones que podrían haberle hecho daño), Marilla es capaz de recapacitar. Marilla a su vez visita a la madre que tras el incidente del “pequeño ratón” está presionando para que Anne deje la escuela y no sea mala influencia para el resto de niñas y niños, y es  capaz de argumentar a favor de su hija (sí, Anne acaba siendo adoptada por Mathew y Marilla) y dejar a la “Madre progresista” (también se podría sacar jugo a los episodios relacionados con este colectivo "feminista, pero no tanto"…) quien, a su vez, es también capaz de reflexionar sobre lo que le dice Marilla y cambiar la mirada sobre la situación.

En este sentido, la serie tiene una mirada positiva acerca de la posibilidad que tienen las personas y los colectivos de cambiar a mejor: cuando el cariño y el verdadero interés y cuidado hacia las demás personas está al centro,  es posible mejorar individual y colectivamente. No siempre sale bien, hace falta una base: cuando uno de los estafadores de la segunda temporada se siente aceptado en el pueblo y planea quedarse, la traición de su compinche y su propia dualidad lo condenarán.

La autoridad. Anne invita a cuestionar lo establecido “porque sí”. Anne es una niña que piensa y siente de forma intensa e insobornable. La mueven valores profundos de justicia pero, como niña de los márgenes, no se pliega de forma acrítica a los códigos sociales de su tiempo. Por eso su sola presencia es un reto para el pensamiento convencional y los mandatos de autoridades (personas adultas, iglesia, docentes y en general personas con poder), y a las “buenas maneras y costumbres” (todo una serie de códigos que Anne en un  principio no domina). 

La crítica a lo establecido irá tomando un peso mayor en la medida que avance la serie. Y no estará exento de costo. Los espacios de resistencia vendrán sobre todo de la mano de las y los estudiantes oponiéndose al “Board”. Cuando Anne utilice el periódico de la escuela para hacer llegar a la comunidad una reflexión radicalmente feminista, los poderes se organizarán para eliminar la imprenta y, en el camino, accidentalmente, quemarán la escuela. Accidentalmente no significa “por casualidad”: con este acto los poderes, junto con la libertad de expresión, están robando a las y los jóvenes la posibilidad de moldear y decidir su futuro. 

Identidad y pertenencia.  “¿Dónde pertenecemos?” es una de las preguntas que parecen hacerse varios de los personajes de la serie, empezando por Anne, quien siendo huérfana a menudo se pregunta quiénes eran sus padres, cómo eran, si la querían. La identidad es uno de los temas que preocupa sobre todo a los personajes que no encajan de manera fácil. Es el caso de Bash, quien es el único negro que vive en Avonlea y emprende un viaje hacia los suburbios para encontrar a gente como él, pero también se dará cuenta que el encaje ahí no es tan fácil: no en vano recibe una paliza por parte del cobrador del tren, también negro, pero al que Bash puso en problemas al negarse a cambiar del vagón que había pagado. ¿El lugar que nos corresponde es acaso el lugar en el que nos encasillan?  No, postula la serie. A veces parece ser el lugar más fácil, pero no es un espacio libre. Nuestra identidad, nuestro lugar de pertenencia es un lugar en construcción. Pertenecemos en nuestra dignidad, en el cariño de amigas y amigos, en el respeto mutuo, en una comunidad que se abre y cambia. Al principio cuesta, como muestra la experiencia de Bash y el hijo mayor de Mary (mujer de Bash, que muere poco después de dar a luz a la hija de ambos), pero en Anne casi todas las personas buenas tarde o temprano lo logran.

Ahora bien, las relaciones con la propia identidad no son simples. Incluso asentada en Avonlea y como miembro de la familia Cuthbert, Anne sigue buscando a su familia. Son Marilla y Mathew quienes, superado el miedo inicial a que un posible contacto con su familia debilite sus lazos, bucean hasta dar con una pieza clave en el puzle: Anne es pelirroja como su madre, y estas son las palabras con las que cierra la serie, en manos de la carta que Anne le escribe a Gilbert.

La otra cara de la moneda. Una de las características de la serie es, como hemos mencionado, que apuesta por la capacidad de mejorar de las personas y comunidades. La historia de Anne es la historia de una niña, una familia y una comunidad que abren oportunidades. La serie cierra esta historia por todo lo alto, con Anne y sus compañeras de clase en la Universidad, contando con el apoyo incondicional de sus familiares. Al otro lado de la moneda, la historia de Ka´kwet muestra que toda posibilidad de plenitud se ve activamente truncada por el Estado y la Iglesia para la comunidad mi’kmaq. El colonialismo patriarcal separa a Ka´kwet de su familia y la interna en un régimen de aculturación y violencia. Ka´kwet viene a ser el “black mirror” de Anne: una niña con una familia que la quiere, de la que se ve separada para ser llevada a un espacio de violencia. 

La imaginación. La imaginación es en un principio la vía que Anne tiene para escapar de un mundo agresivo con ella. Además de aprovechar cada oportunidad para extraer la belleza que le rodea, Anne es capaz de imaginar mil historias que la resarcen de las injusticias y violencias que vive cada día. La imaginación de Anne es también parte de su libertad de pensamiento: es capaz de imaginar no sólo para evadirse, sino también para buscar alternativas. La inteligencia de Anne es creativa, libre, positiva, poderosa. Y contagiosa. Y energizante. El último capítulo de la serie me dejó con un nivel de subidón tal, que me ha llevado a escribir 8 páginas. Gracias a quienes habéis llegado hasta aquí. 

Subidón, subidón. Anne nos llena de energía. Merece la pena verla porque Anne en su periplo nos da confianza para creer en la fuerza de la imaginación,  de las personas buenas, de la comunidad, de las mujeres libres y los aliados. Y en cuánto necesitamos los feminismos. Feminismo que, como ética de vida, llevará seguro a Anne a no olvidar ni abandonar a Ka´kwet. A hacer coeducación en clase en una época en que el término ni existía. A seguir pensando y sintiendo con intensidad y libertad. Confiamos en Anne y en lo mejor de la comunidad de Avonlea. Y confiamos un poco más en nosotras, que hemos sido perras verdes y hoy tenemos cierto aspecto de criaturas dóciles quizás, pero que no: no somos sumisas. 

lunes, 28 de diciembre de 2020

Ni San Pedro ni Caronte...

¿Alguna vez os habéis preguntado quién os gustaría que os recibiera si al morir os habéis ganado entrar al cielo?

Hace dos días, con la sorpresa y claridad absoluta de una intuición cartesiana, vino a mi la imagen de la forma y compañía perfecta para entrar al Edén.

Con estupor comprobé que no es nadie de mi familia, ni de mi infancia, ni es un ser peludo, famoso, de fantasía, ni de cuatro patas: el pasaje hacia "el otro lado" lo quiero hacer con Bruni, en su moto.

Desde la moto de Bruni vi por primera vez las calles de Puerto Príncipe sin la barrera de una ventana; sobre su moto recibí lecciones de creol, de política, de música, de cultura e idiosincrasia haitiana; El teléfono de Bruni era la respuesta a casi todos mis problemas.

Desde la terquedad de lo que fue, sé que con Bruni cruzaría confiada. Cruzaría divertida, curiosa, dispuesta a la aventura, la vida recuperada latiendo. Sabedora de que hay una dimensión en que se gana el pulso al destino cabrón, cruzar sería una fiesta.



Bruni, si llegada la ocasión te llamo ¿vendrás a buscarme desde tu cielo? 

Èske ou ta fè sa pou mwen, zanmi m '?


sábado, 18 de abril de 2020

Paradisuko sarbidea


Gaur, bihar, etzi hilko banintz, Jainkoak zeruan sartzen utziko lidake. Gaur goizeko gertakizun batek eman dit ziurtasun hori: errebelazio bat izan dut.



Mari etorri zait ohera. 4 urteko nire alaba txikia, etxean esnatzen lehena iratzargailurik gabeko egunetan. Atea irekitzen entzun dut,  ete bere urretsen hotsa. [1] Mari ohera sartu zait eta aurpegia musuz bete dit, lotan jarraitzen ote nuen konprobatzeko moduan. Txoritxo baten mokokada arinak dira bere musuak, ezpain goxo eta lehunek nire masailean zurruntasun punttu bat dute, lehorrak eta jostariak dira. Lo sakonean banego, ez ninduke esnatuko, hain baitira arretatsuak ostera.

 “Lo egiten jarraitu nahi dut, Mari”, esan diot eta beste aldera buelta eman dut ohean. Bera nire zentzuan jarri da, burukoa moldatu du eta bere gorputza nire formetara egokitu. Eta horrela gelditu gara: bera erdi esna, ni erdi lo.  

Errespetatu du Marik nire atsedena, eta bere arnasketa eta mugimendu txikiez kopainia egin dit egun berrirako sarbidean. Begi ireki berrien zirrikituak  Mariren aurpegiaz bete zaizkit argiarekin batera. Musu xirimiria isuri dit lepoa besarkatu bitartean. “Ama, altxatu nahi duzu?”

Hunkitu nau bere gorputzaren kofidantzak, nirekin egoteko gogoak, bere arreta eta zaintzak…

Eta pentsatu dut bizitza ere hori badela. Hainbat une perfektu. Haiek gozatzen jakin eta eskertzea. Eta haiek azalean uzten dizuten lurrinari ahalik eta luzeen eustea.

Eta otu zait Jainkoaren aurrean jarriko banindute, eta bizitzan probetxuzko zer egin dudan galdetuko balit, nire erantzuna hau izango litzatekela:

 - Nire alabaren musuak jaso ditut, gozatu ditut, eskertu ditut.

 - Alabak zurekiko adierazten duen maitasunak zutaz ondo hitz egiten duela esan nahi didazu?

- Ez, Andere txit gorena. Bere musuen magia ez da nik sortua. Musuak jaso ditut, besterik ez.

- Musukagarria zarela diozu?

- Ez beste inor baino gehiago.

- Orduan zer? Munduari azaltzen jakin al duzu? Idatzita utzi al duzu nonbait?

- Ez. Ezer inoiz idatzi badut, niretzat baino ez du interesik izan.

- Orduan zein da zure ekarpena munduan?

- “Jasopena” ekarpena baino, akaso.

- Jaso duzula eman baino? Benetan hori al da zure alde esateko duzuna?

- Jaso dudanaren dirdira irradiatu dut noizbait. Edertasuna leku xumeetan topatu dut. Horregatik ez dit harrotasunak bihotza usteldu. Hori da nire alde esateko dudan bakarra. Ateak irekiko direla uste dut, nik badakidalako xamurtasuna dela paradisurako sarbidea. 



-  


[1] Oharra: Peter Pan bezala hegan egiteko hauts majikoa ezezik pentsamendu alai bat eraman behar duzu burura, eta nik argi dut nirea: nire kumeen urratsen hotsa. Izan nire lau hanketako kume iletsuak, izan nire  bipedo txikiak.

domingo, 12 de abril de 2020

Domingo de resurrección: día de espárragos


Es domingo de resurrección y mis palabras portan malentendidos. Llevan pegado un tono frustrado, reprobatorio. Necesito desvincular la lengua de mis nervios. Un poco de silencio. Algo que sintonice un tono neutro, para sobrellevar el día y estar a su altura.



Voy a pelar espárragos.

Aún tienen tierra pegada. Qué belleza lavarlos uno a uno. El sedimento marrón que queda en la pileta me produce un placer muy grande.

Espárragos con mayonesa: de niña, mi plato favorito. Casi no se comían en casa, pero si salíamos a restaurante, no era raro encontrarlos en el menú. “Aita, Ama ¡vamos a la Barranquesa!”, aventurábamos Kastortxu y yo algún domingo que en el ambiente se respiraba algo como de relajo, de ligereza, de alegre solemnidad, de aire de buenas noticias. Mi madre se entusiasmaba y mi padre le recordaba que había que cuidar el dinero. “Y yo de pequeño sólo fui una vez con la Amatxo a un restaurante, compartimos medio pollo y fue nuestro secreto”- nos decía.

Nosotros fuimos muchas veces. La Barranquesa… para mí espárragos con mayonesa de primero, albóndigas con tomate y con patatas fritas de segundo. Exótico ya lo de entrada y plato principal, para nuestra familia de plato único. La experiencia del lujo comienza así: con colores pastel en las paredes de un bajo bien iluminado, con la pulcritud de un mantel limpio, con la experiencia de ser pequeña y que te sirvan espárragos en platillo alargado y mayonesa en salsera (“sírvete lo que quieras, pero con la cuchara limpia para no estropear lo que sobre”), y que las albóndigas rebosen salsa en un plato hondo de barro, ideal para untar las patatas fritas. Y después pan. Pan fresquito para limpiar el plato de mayonesa y de salsa de tomate. “No te ha gustado la comida ¿eh?”- con sonrisa complacida la camarera. “Te has ganado el postre”. Me veo a mí misma con la expresión que veo en Enzo cuando dice “¡Delizioso Papa!”, con ese toque enfático, dulce y a la vez rotundo del italiano.

Pero... no podía ser en domingo. Un restaurante de menú de diario, seguramente cerraba. Y sin embargo, pienso en domingo.

¿Quién me contó por primera vez de la cosecha de los espárragos blancos? ¿Lo leí? Que se hace en oscuridad, antes de que salga el sol, que hay que protegerlos de la luz con bolsas negras. Pensé que sería una tradición del campo. Una sacralización del espárrago, una superstición para la cosecha. Algo así como la manía de cumplir a rajatabla con la receta del bizcocho de la abuela: “revuelve 7 veces: ni una más, ni una menos”, o no queda tan rico. Pero nadie madrugaría tanto por una superstición vacía, ni pasaría frío, ni trabajaría con las manos entumecidas si no mereciera la pena.

Hay que ser delicado para cambiar de color al mínimo roce del sol. Cuidado con el parto de espárragos. Delicada delicia, acostumbrada a la oscuridad. El contacto repentino con el sol moretea las puntas. Y el espárrago morado se paga menos. Y eso que venden espárragos “de punta morada” en lata. La próxima vez miraré si son más baratos. ¿Serán menos ricos?

¿A qué hora habrán cosechado estos espárragos? ¿Se sentirá algo de libertad clandestina al salir a cosechar de oscuro en estos tiempos de confinamiento?

Estos espárragos están perfectamente pálidos. Uno, dos, diez, veinticinco… 34 espárragos. Son unitarios, como de fruta que sale del fondo de la tierra. No se trocean como las zanahorias o las patatas. Cada uno cuenta. Nos tocan a 5 cada uno y sobran 4. Pondremos 6 a adultos, 5 a Enzo y Mari.

“Ama ¿cómo se cortan?” “Corta y desecha un par de centímetros de tallo, y pélalos empezando por la punta”. “¿Cuánto?” “Según”. Hace dos años que los preparo, pero me gusta corroborar las instrucciones y confirmar su imprecisión. Como si eso afinara la propia intuición, y ese “según” fuera un “confío en que te darás cuenta”. Algo se siente en el tacto del cuchillo. Hay algún nervio ancestral que detecta dónde va el corte aproximado. Y la finura de la piel. Estos quedarán blandos. Es muy poco lo que hay que quitarles. Creo. Eso me dicen mi mano y el cuchillo.

“Selman kuto konen saa ki nan ké djam”. Sólo el cuchillo conoce lo que hay en el corazón del djam, según el dicho haitiano. ¿Dónde tiene el corazón el espárrago? Quizás en la punta. La parte más blanda. La que pugna por salir de la tierra. La más audaz. La más sabrosa.  

Ahora mis favoritos son los espárragos tibios, recién cocidos. Cuando se comen así, no les echo mayonesa. Desde que sé que los espárragos no sólo se compran en lata. Desde que a abril, mi mes, se le ha sumado un nuevo placer de primavera. Desde que nos enamoramos de Cervera y Cervera nos nutre de espárragos, de pimientos, de almendras, de aceitunas, de amigos, de familia. Llevamos muchos días encerrados, mi tono está alterado, pero la casa se ha ganado ser llamada Refugio.  Y tenemos espárragos. 

Volvería a probar la salsa para espárragos de María José, esa vinagreta de verduras que nos servía en Gartzain. La recuerdo deliciosa, pero serán ya 25 años sin probarla. ¡Joder! No le he escrito para darle el pésame por la muerte de su madre. ¿Habrán podido hacer entierro? ¿Se habrá podido juntar al menos la familia? ¿Cómo habrán despedido a Josefa? Recuerdo la primera visita a Gartzain. Inma y Honesto aún no se casaban. Endika era pequeño. Oier… ¿Sería como Mari ahora? Estuvimos en el matrimonio de Inma, en la comunión de Endika, en casa de Marisol, en otras celebraciones… Sé que Gregorio murió, ahora Josefa, Endika es adulto, Oiertxo ya no se dirá en diminutivo… sé que la canción favorita de Maria José es “Aleluya de Leonard Cohen”, y yo recuerdo esa salsa (secreta) especial para espárragos. Lo siento como ayer, pero ya son 25 años.

“Para la cocción, agua con abundante sal, un poco de azúcar. Cuando el agua borbotea, bajas el fuego para que deje de bullir, echas los espárragos, vuelves a subir el fuego. Tardarán unos 20 minutos”. Ya van unos cuantos minutos más... Espero no haberme pasado con el azúcar. Así puedo usar el agua para preparar arroz mañana. Y así quedan ricos para comerlos hoy, vigésimo octavo día de confinamiento. Aberri Eguna. Domingo de Resurrección. Día de la bendición de los espárragos.

miércoles, 26 de junio de 2019

Sin desdén al dinero

He pedido. Habéis dado. Gracias.



"El apoyo con dinero es una forma válida y generosa de filantropía. Pero ¿por qué cuesta tanto pedirlo? ¿Y por qué nos cuesta darlo? "





“Me llamo Doudou”- me contestó un día en que la conversación dio pie a presentaciones. Solíamos vernos cada mañana. Cuando yo llegaba a la oficina él ya estaba sentado en un bordillo previo a nuestro portal, un vaso a sus pies, muy pocas monedas. Una mañana de invierno que me tocó ir a la esquina a por los cafés para el equipo de trabajo, tuve la inspiración de preguntarle si quería uno: “vale sí”, “¿cuál?” “café con leche”. Con el ánimo caldeado por mi buena acción ya de vuelta con Doudou, reparé en que a su lado había 4 vasos de papel idénticos al que yo le estaba entregando. Mi oferta no era la primera ese día, y de original tenía poco. Llegué a la oficina con el ánimo chafado a contar mi descubrimiento, para constatar que mi compañera también había invitado a menudo a Doudou a un café pero, como yo, nunca le había dado dinero. 


¿Desdén por el dinero?

Pero ¡quién rechazaría un café con un frío así! Compartimos un café y sentimos calidez, buen rollo, una simetría ilusoria. Sí, la simetría y el buen rollo son ilusiones ante alguien que seguramente necesita otra cosa. Y lo que necesita, muy probablemente, se consigue con dinero. 

Nunca he negado comida a nadie pero muy pocas veces he entregado dinero a alguien que me lo haya pedido y no lo fuera a devolver. Y cuando lo he hecho por “caridad directa”, de mano a mano, me ha costado hacerlo mirando a los ojos. Como si no fuera digno de mí, ni de la otra persona. Y sin embargo, ahí estábamos las felices bienhechoras de Doudou, hinchándolo a cafeína.

Pongámonos en el lugar de Doudou. Hace frío, pasará el día en la calle. La ropa de abrigo, hasta en las tiendas de Cáritas, tienen un costo. Un paraguas o una capa de lluvia. Cargar la tarjeta del bus o pagar la suscripción a las bicicletas. Un saco de dormir, una mochila, sacar fotocopias, tramitar documentos. Un boli, un cuaderno. Comer. Elegir qué comer. Llamar por teléfono, hablar con la familia… Y todos los obstáculos del mundo para trabajar, para acceder a los servicios sociales, para entrar en algún circuito de apoyo que no sea un escalón al alero de un edificio. 

Las donaciones en especie, los apoyos con alojamiento, comida, formación, etc. son valiosísimos, son necesarios. Las soluciones comunitarias son las más efectivas. Pero en algún punto del proceso acaba apareciendo “el vil metal”. Cualquier logística de envío de insumos, ropa, material requiere aunque sea de gasolina, y la gasolina se paga con dinero. La mayor parte de las veces el dinero resulta necesario para responder a las necesidades de las personas y los proyectos. 

El apoyo con dinero es una forma válida y generosa de filantropía. Pero ¿por qué cuesta tanto pedirlo? ¿Y por qué nos cuesta darlo? Creo que hay tres elementos que intervienen decisivamente:

  • Las necesidades son ilimitadas: sentimos que una moneda a Doudou no va a resolver nada. ¿Cuánto dinero necesitaría Doudou para pasar dignamente el día? ¿Y para resolver su situación? ¿Y qué es de la mujer que está a diario frente a la iglesia? No podemos darles dinero a todes, ni a une todos los días… y lo de hoy es pan para hoy y hambre para mañana. ¿Será suficiente con el pan para hoy?

  • El miedo al timo: ¿para qué será realmente el dinero? ¿y si en realidad estoy financiando una la adicción? El buen uso de nuestro dinero nos preocupa. Que sea por “una buena causa”, y no para que alguien se aproveche de nosotres y nos tome el pelo. La sensación de timo produce mucha rabia, y el miedo a ser timades inseguridad. Y la inseguridad, nos frena.

  • Cierta falta de falta de empatía: el dinero es la forma que en nuestras sociedades accedemos a bienes y servicios. A veces reducimos las necesidades de las personas “con necesidad” a algo tan básico, que se nos olvida que son como nosotres. No sólo necesitan comer: necesitan un móvil, necesitan cargarlo, necesitan moverse, no quieren harapos. No somos conscientes de las dificultades que tiene cualquier persona para hacer cosas cotidianas sin dinero. 

Y si esto lo podemos aplicar a casos individuales, qué no será para apoyar a colectivos, territorios, comunidades...


ONGDs y donaciones

Antes de seguir, una aclaración: creo que la primera y principal fuente de financiación de lo público han de ser los impuestos, y los impuestos progresivos donde quien más tiene pague más y en proporción ascendente. Creo que con el dinero recaudado el Estado tiene el deber de responder a las necesidades de sus ciudadanes así como de proteger los derechos humanos de todes quienes estén en su territorio. A partir de ahí, creo también que las personas podemos y debemos involucrarnos en construir y ampliar propuestas para hacer de nuestro mundo un lugar progresivamente más humano y habitable para todes. Una de las maneras es apoyar a Asociaciones no Gubernamentales para el Desarrollo (ONGDs), es decir, a organizaciones independientes y sin ánimo de lucro que surgen de iniciativas civiles y que buscan generar cambios estructurales en ciertos espacios o territorios a partir de valores como la cooperación, la solidaridad y el altruísmo. Resulta que yo trabajo en la ONG ALBOAN y que sé lo importante que es para nuestra la labor contar con dinero.

Existen muchísimas ONGs. Se diferencia por tamaño, temas, enfoque… También hay múltiples maneras de apoyarlas, participar y sumarse a su labor. Es posible trabajar como persona voluntaria, sumarse a sus formas de activismo e incidencia, utilizar los materiales educativos, difundir los contenidos de distinto tipo que genera… y también está la posibilidad de participar aportando dinero. Todas las formas son complementarias entre sí: podemos aportar tiempo, conocimiento y dinero. O cualquiera de las tres por separado. 

Pero cuando se trata de apoyar con dinero, nos vuelven los tres temores que ya hemos mencionado: que sea una gota de agua en el desierto, que el dinero se use “para otras cosas”, las dudas sobre los costos de operación. Somos muchas también las personas del sector que amamos nuestro trabajo pero nos genera urticaria todo lo que tenga que ver con pedir dinero sin la mediación de un sesudo y elaboradísimo informe para alguna institución pública. 


Pues bien, para desperezarme un poco y hacer frente a mis miedos de pedir y dar dinero, recojo algunas cosas que pueden ayudar a hacer un poco de autopedagogía y entregar algunas pautas:

  • Los aportes de dinero sí pueden contribuir a generar cambios. Son granos de arena en problemas muy grandes, pero acumulados sostienen tierra en que apoyarse. Para ello, una línea puede ser la de dar apoyos en temas concretos que son de nuestro especial interés. Podemos pensar en nuestro aporte económico como inversión social en una temática específica de especial interés para nosotres, a un territorio concreto o comunidad concreta etc.

  • Donaciones sostenidas en el tiempo: las donaciones regulares permiten a las instituciones cierta previsión para sostener el apoyo a proyectos concretos y darles seguimiento, así como desarrollar nuevos programas con estimaciones realistas. En caso de emergencias, surge una necesidad imprevista de fondos, para la cual no existía ningún proyecto previo. Junto con la ayuda de socies que colaboran de forma periódica, la ayuda puntual es esencial para dar respuesta a situaciones inesperadas. 

  • El dinero y la independencia: contar con la ayuda de particulares permite cierta independencia respecto a instituciones públicas y grandes donantes. Esto facilita la posibilidad de entregar apoyo a proyectos que pueden no estar en los intereses inmediatos de las instituciones públicas y para los que no es posible encontrar fondos por otras vías, a pesar de ser muy importantes.


En todo caso, la donación implica siempre un acto de confianza. Sea a personas, sea a instituciones. 

¿Y Doudou?

Hace meses que no lo he vuelto a ver. Ya no necesita, espero, el escalón, el alero, un recipiente. No puedo evitar pensar en él tomando un café. Una hermosa terraza al sol. Una mesa. Varias sillas. Hoy, invita Doudou.

lunes, 6 de mayo de 2019

Estrellas que escapan a los agujeros negros



A Facu
El universo fue creado para ser visto por tus ojos

A Kontxi
Tenacidad de la luz


1 de Abril de 2018. Kontxi es enterrada en Domingo de resurrección. Días antes emergió a los brazos de sus primas gracias al trabajo del equipo de buzos que la buscó en la oscuridad del fondo del dique Potrerillos, donde la había hundido su marido después de matarla de un disparo. No se supo de inmediato: hubo un largo mes de agonía antes que Audano confesara el asesinato, y otra larga agonía hasta encontrar el cuerpo. Fue en Domingo de Resurrección que Kontxi pudo ser enterrada, pero el milagro se había obrado antes. Los padres de Kontxi habían fallecido, no tenía hijas, hijos, hermanas o hermanos. Sí tenía un marido que la quiso hacer desaparecer. Pero Kontxi tenía también una vida construida con vínculos de amor profundo que la Cordillera de los Andes no pudo detener. Dos primas de sangre y alma, con apoyo de familia, amigas y amigos, se trasladaron a Mendoza desde Chile y no pararon hasta encontrarla, traerla de vuelta y hacer justicia.

10 de abril de 2019. Se difunde por primera vez en la historia la imagen de un agujero negro, captada por la iniciativa Telescopio Horizonte de Sucesos: una región oscura y desgajada del espacio-tiempo, tan pesada como 7000 millones de soles, situada en el corazón de la Galaxia Messier 87. Un logro sin precedentes de científicas y científicos de varios países en busca de desentrañar los misterios del Universo.

23 de Abril de 2019. Facu muere el día del libro, con uno de ellos entre sus manos. Nació con atrofia muscular espinal tipo 1, una enfermedad degenerativa con una esperanza de vida menor a 2 años. Este abril Facu cumplió 40 meses de amor, y entre amor lo despidieron. Cada cumplemés había una fiesta. Los ojos de Facu seguían atentos todo el mundo a su al rededor, y la vida se llenó de grullas, de bordados compartidos, de cuentos y libros, de hermanos de juego, de ritos de bienvenida y despedida del día, de presente.

Una historia que nace del amor, una historia marcada por la traición al amor, una imagen del universo. Personas que enfrentan una situación que cambia el rumbo previsto. Personas que son tan normales y tan extraordinarias, que nos dejan perplejas: las tenemos cerca, las conocemos y queremos, “se nos parecen”, pero ante situaciones que a la mayoría nos superan, sacan la mejor de las energías humanas y nos regalan historias de amor que son de un nivel mayor al de la tragedia que parecen anunciar. Personas que son luz, tanta luz, que resisten la gravedad de los agujeros negros. Trajeron de vuelta a Kontxi y sacaron su luz del pozo. Llevaron la luz de Facu a su máximo esplendor. 

Abril de misterios universales, trae la foto del que engulle, y el coraje de personas que son luz. Sois luz, tenemos luz: resistiremos.



Saturno (Sleeping at last)
(Traducción de la letra de la canción)
Antes de irte, me enseñaste el coraje de las estrellas,
cómo su luz continúa interminablemente aún después de la muerte.
Con el aliento entrecortado me explicaste el infinito
y lo raro y hermoso que es el hecho de existir

No pude evitar preguntarte,
pedirte que lo repitieras
Intenté escribirlo
pero no pude encontrar un bolígrafo.
Daría cualquier cosa por escucharte
decirlo una vez más:
que el universo fue hecho
para ser visto por mis ojos
Con el aliento entrecortado explicaré el infinito
Lo raro y hermoso que es que existamos

sábado, 20 de abril de 2019

Galileo, el movimiento pendular y las historias que me han forjado



Las historias que nos cuentan nos construyen tanto como nos ayuda a crecer la leche que mamamos. Nos alimentamos junto con cantos: sonidos que inauguran narraciones sobre cómo vivir la vida. Así empieza todo y así continúa: con las historias que nos mecen, nos zarandean, nos acompañan.

La transmisión oral es la primera y principal vía educativa, incluso en tiempos de pantallas. Yo crecí al alero del patito feo y la empatía que me generaba, la sabiduría de ese Jesús niño que discutía con adultos en el templo, la decisión del abuelo de mi madre de despojarse de maletas para que en su coche cupieran más personas (adversarias políticas) en la huida de las tropas que llegaban arrasando. Mi madre, abuelas y padre supieron combinar cuentos e historias familiares y adecuarlas a mi edad, y es así como fui aprendiendo que las niñas teníamos el derecho y el deber de opinar, de tomar partido, de actuar con empatía y responsabilidad. Mucho, mucho más que el prototípico mensaje de “se una niña buena”.

El patito feo y otros llegaban en casetes que grababa mi abuela Elena en Chile. En aquellos tiempos en que hablar por teléfono era más caro que cenar en el Arzak, la manera de tener conversaciones en la distancia eran las cartas y las casetes. La llegada de un casete de Chile era todo un acontecimiento: nos sentábamos a escucharlas en familia y grabábamos también casetes contándoles de nuestra vida. Las cartas también se leían en voz alta. Y así fuimos tejiendo conversaciones a miles de kilómetros.
La cocina ha sido siempre un lugar privilegiado para la trasmisión de historias. Los larguísimos desayunos de fin de semana, la preparación de la comida, los momentos de recogida y limpieza, han estado acompañados siempre de canciones. La línea materna en mi familia tiene algo de juglar. Los romances clásicos se mezclaban con romances de sucesos de posguerra: Juanito al que pilló el tren y la historia de Gabriel y Galán; José Miguel Carrera y el pobre hombre que suspira en la cárcel, los amantes a los que quieren separar y la chica a la que sedujo el río… Y la posibilidad de cambiar las canciones, dar el final que una quisiera, improvisar según el tema del día… Así supe que a mi bisabuela Otilia hacía llegar mensajes a las vecinas cotillas que ponían en duda su “vasquitud”, improvisando letras mientras lavaba ropa en el río:

A mí me llaman la cuca
Porque he nacido en Otañes
Hais de saber que no soy
Fuentes, Llorente, González

Salir a pasear por la ciudad con mi padre también daba pie a muchas historias. Si íbamos al centro de Donosti, casi siempre acabábamos mirando hacia el interior de sus portales favoritos. Nos contaba de los distintos estilos arquitectónicos y lo que buscaba transmitir, la armonía de las formas, las figuras…  y yo casi siempre acababa preguntándome cómo sería la vida de las personas que ahí habitaban. Cuando íbamos a algún museo mi padre nos hacía apreciar la belleza y estilo de los trazos mientras mi madre nos contaba la historia detrás de cada pasaje mitológico o bíblico retratado. Pero esta formación cultural distaba mucho de ser estándar: no faltaban discusiones sobre qué y por qué era bonito, si nos gustaba o no, o qué opinábamos sobre la actuación de tal o cual personaje del cuadro, escultura o lo que fuera. Recuerdo que la historia de Dafne teniendo que convertirse en laurel para que la dejaran en paz, desde niña me generó mucha incomodidad. Hermosa o no, la escultura de Bernini me parecía violenta.

Con la lectura y las películas mi mundo se convirtió en universo en expansión. Al principio me gustaba las historias “con moraleja”: esas con héroes y heroínas de perfil nítido donde el mensaje final quedaba claro. En mi adolescencia jugaba un poco a eso y me metía en algunos líos. Era capaz de enfrentarme a docentes, a compañeras y compañeros y lo que hiciera falta por plantear una idea de justicia de la que casi siempre me sentía muy segura. Era suficientemente valiente, y muy soberbia.

A la hora de escoger qué estudiar, también me ayudó a clarificarme una historia. Al principio me fui por la rama de las ciencias puras, pero el movimiento pendular vino a mi rescate: estando Galileo en misa, llamó su atención el movimiento que hacía el incensario. Intrigado por descifrar su lógica, Galileo empezó a hacer mediciones con lo único que tenía a mano en ese momento: su propio pulso. Así que ahí estaba Galileo, en plena misa, midiendo con su pulso los tiempos de oscilación del incensario. Y ahí estaba yo, fascinada con Galileo y su actitud, y tan pendiente del movimiento pendular en sí como Galileo de la misa. Quería estudiar biología, la ciencia de la vida, pero me di cuenta que yo a la vida la abordo desde las relaciones afectivas, educativas, sociales. Poca medición iba a hacer yo, fascinada observando a Galileo. Y de las ciencias puras, me pasé a las sociales.

Con los años he generado especial gusto por las historias de final abierto y sin “moralina”. No tengo ganas de que me digan qué tengo que pensar y los personajes “de una pieza” me generan cierta suspicacia. Supongo que ahora distingo más matices y soy mucho más consciente de las fracturas, y de que a veces es por las grietas por donde asoma la luz.

Sigo aprendiendo mediante historias, y cada vez las uso más para transmitir mensajes. Aunque de tanto leer y escuchar, he ido aprendiendo a identificar las estructuras, manipulaciones, incongruencias… y a mayor conocimiento no es siempre mayor el placer.

En el cine, los libros, a la vida: ficción o realidad, las historias que nos llegan son siempre “verdaderas”. Yo me construyo con ellas, cada día.