sábado, 30 de marzo de 2019

Exposición "Mujeres del Congo”: ¿sororidad o estetización de la violencia?

"Estetizar la violencia es el ejercicio de entregar intencionalmente valor estético a algo que es violento y genera dolor, frivolizar mediante técnicas de "embellecimiento" algo ética y moralmente reprobable. Como intentar embellecer una guerra, una fosa común, las agresiones sexuales, la violencia contra las mujeres."


Ayer fui a ver la exposición fotográfica “Mujeres del Congo, el camino a la esperanza” de la Premio Nacional de Fotografía Isabel Muñoz. Este proyecto es fruto de la colaboración entre la fotógrafa y la periodista y activista congoleña Caddy Adzuba. Tuve la suerte de participar en la visita guiada y escuchar en las palabras de Isabel Muñoz algunas de las historias sobre las mujeres cuya presencia nos llega en imágenes y testimonios.

Las fotos son en su casi totalidad retratos de mujeres que han sobrevivido a la violencia sexual como arma de guerra. Mujeres cuyos cuerpos han sido utilizados como campo de batalla con el objetivo de infligirles a ellas y,  a todo el entorno del que forman parte, el mayor daño posible. Y son retratos hermosos. La belleza y potencia que emana de ellos impresiona.

Cuando llegó el momento de las preguntas, la mayor parte de las cuestiones se orientaron a aspectos técnicos de la fotografía: cuál es el formato que utilizas, cómo logras ese fondo tan oscuro, por qué eliges el blanco y negro… Y a mí, que nada sé de fotografía pero que me toca leer y oír sobre la situación que viven las mujeres en las zonas en que se ubican las minas de coltán de la República Democrática del Congo (RDC), me surgió la necesidad de decir algo. Así que levanté la mano y cuando Isabel quiso saber cuál era mi pregunta, le dije que en realidad lo que yo quería era agradecer. Agradecerle la dignidad que traslucen sus fotos, la belleza y potencia de las mujeres congoleñas que nos miraban desde su cámara.  

A la salida, algunas personas conocidas me dijeron que compartían mis palabras, aunque había quien había criticado las fotos por estetizar la violencia. Me quedé sorprendida. ¿Cómo debían ser las fotos? ¿Qué debían mostrarnos? Entiendo que "estetizar la violencia" es el ejercicio de entregar intencionalmente valor estético a algo que es violento y genera dolor, frivolizar mediante técnicas de "embellecimiento" algo ética y moralmente reprobable. Como intentar embellecer una guerra, una fosa común, las agresiones sexuales, la violencia contra las mujeres. Ello equivaldría a querer ocultar esa violencia escondiéndola tras una pátina de belleza, o directamente naturalizarla mediante su presentación como algo hermoso y por lo tanto eventualmente deseable o, al menos, no malo del todo.

Es verdad que la exposición se compone de retratos muy cuidados, muy estéticos. Pero las fotos no estetizan la violencia. Las fotos son retratos de mujeres supervivientes, retratos de heroínas, como se refirió a ellas Isabel Muñoz a lo largo de su charla. No es la violencia la que sale retratada, no es la violencia la que aparece como bella: la belleza emana de las propias mujeres.

Es importante decir que el tema del uso de la violencia sexual como arma de Guerra en la RDC es hilo conductor y está presente en toda la exposición: en la presentación general, en los textos de los distintos temas que dan lugar a la estructura (la importancia de los microcréditos, la salud mental, las niñas acusadas de brujería, las agresiones sexuales a niños y niñas pequeñas) y en los vídeos que recogen los relatos de las mujeres sobre la violencia sexual infligida contra ellas. También se trasluce en algunas miradas de rabia, de dolor, de dureza. Pero quienes se acerquen a ver las fotos no encontrarán mujeres rotas, desfiguradas, inhabilitadas, impotentes. Se encontrará con las miradas de mujeres que han vivido el infiero y han salido de él, mujeres con una fuerza interior inconmensurable.

Todo trabajo artístico es comunicativo y busca transmitir algo. Todas las decisiones de la profesional tras la cámara afectan el mensaje que finalmente nos va a llegar. Las fotos de Isabel Muñoz llevan su firma, su marca, su mirada. No es la única. Y es incompleta si se trata de entender el contexto político y social en el que se da esta violencia extrema contra las mujeres, el rol que juegan ello potencias internacionales, o el rol que, queriendo o no, jugamos las y los habitantes de la hermosa Donosti sólo por el hecho de tener un smartphone. Las fotos en general son individuales, no hay representaciones colectivas, de movimientos sociales, de espacios públicos.

Pero es una mirada que merece la pena. Más aún: es una mirada necesaria. Vivimos en un mundo que sí estetiza la violencia sexual, la pasividad y la cosificación de los cuerpos de las mujeres. Y si esto es así con las mujeres "blancas", en el caso de las mujeres racializadas la cosa adquiere tintes desquiciantes. Si a esto le sumamos el prácticamente omnipresente paternalismo cuando nos acercamos a las realidades de países del "Sur", el cóctel para representaciones estigmatizantes está servido.

El cuidado que pone Isabel en los retratos es también cuidado y respeto hacia las mujeres que con generosidad cuentan su historia y aceptan ser fotografiadas. Es un acto de sororidad.

Ayer dije a Isabel muchas gracias. Y hoy se lo digo a las mujeres que confiaron en ella y con ella en todas quienes nos acercamos a la exposición. Su presencia nos trae lecciones ingentes de resiliencia, voluntad, dignidad. Y mucha belleza. Mirando a esas mujeres me siento pequeña y, a pesar de mi pequeñez, hermana.