lunes, 28 de diciembre de 2020

Ni San Pedro ni Caronte...

¿Alguna vez os habéis preguntado quién os gustaría que os recibiera si al morir os habéis ganado entrar al cielo?

Hace dos días, con la sorpresa y claridad absoluta de una intuición cartesiana, vino a mi la imagen de la forma y compañía perfecta para entrar al Edén.

Con estupor comprobé que no es nadie de mi familia, ni de mi infancia, ni es un ser peludo, famoso, de fantasía, ni de cuatro patas: el pasaje hacia "el otro lado" lo quiero hacer con Bruni, en su moto.

Desde la moto de Bruni vi por primera vez las calles de Puerto Príncipe sin la barrera de una ventana; sobre su moto recibí lecciones de creol, de política, de música, de cultura e idiosincrasia haitiana; El teléfono de Bruni era la respuesta a casi todos mis problemas.

Desde la terquedad de lo que fue, sé que con Bruni cruzaría confiada. Cruzaría divertida, curiosa, dispuesta a la aventura, la vida recuperada latiendo. Sabedora de que hay una dimensión en que se gana el pulso al destino cabrón, cruzar sería una fiesta.



Bruni, si llegada la ocasión te llamo ¿vendrás a buscarme desde tu cielo? 

Èske ou ta fè sa pou mwen, zanmi m '?


sábado, 18 de abril de 2020

Paradisuko sarbidea


Gaur, bihar, etzi hilko banintz, Jainkoak zeruan sartzen utziko lidake. Gaur goizeko gertakizun batek eman dit ziurtasun hori: errebelazio bat izan dut.



Mari etorri zait ohera. 4 urteko nire alaba txikia, etxean esnatzen lehena iratzargailurik gabeko egunetan. Atea irekitzen entzun dut,  ete bere urretsen hotsa. [1] Mari ohera sartu zait eta aurpegia musuz bete dit, lotan jarraitzen ote nuen konprobatzeko moduan. Txoritxo baten mokokada arinak dira bere musuak, ezpain goxo eta lehunek nire masailean zurruntasun punttu bat dute, lehorrak eta jostariak dira. Lo sakonean banego, ez ninduke esnatuko, hain baitira arretatsuak ostera.

 “Lo egiten jarraitu nahi dut, Mari”, esan diot eta beste aldera buelta eman dut ohean. Bera nire zentzuan jarri da, burukoa moldatu du eta bere gorputza nire formetara egokitu. Eta horrela gelditu gara: bera erdi esna, ni erdi lo.  

Errespetatu du Marik nire atsedena, eta bere arnasketa eta mugimendu txikiez kopainia egin dit egun berrirako sarbidean. Begi ireki berrien zirrikituak  Mariren aurpegiaz bete zaizkit argiarekin batera. Musu xirimiria isuri dit lepoa besarkatu bitartean. “Ama, altxatu nahi duzu?”

Hunkitu nau bere gorputzaren kofidantzak, nirekin egoteko gogoak, bere arreta eta zaintzak…

Eta pentsatu dut bizitza ere hori badela. Hainbat une perfektu. Haiek gozatzen jakin eta eskertzea. Eta haiek azalean uzten dizuten lurrinari ahalik eta luzeen eustea.

Eta otu zait Jainkoaren aurrean jarriko banindute, eta bizitzan probetxuzko zer egin dudan galdetuko balit, nire erantzuna hau izango litzatekela:

 - Nire alabaren musuak jaso ditut, gozatu ditut, eskertu ditut.

 - Alabak zurekiko adierazten duen maitasunak zutaz ondo hitz egiten duela esan nahi didazu?

- Ez, Andere txit gorena. Bere musuen magia ez da nik sortua. Musuak jaso ditut, besterik ez.

- Musukagarria zarela diozu?

- Ez beste inor baino gehiago.

- Orduan zer? Munduari azaltzen jakin al duzu? Idatzita utzi al duzu nonbait?

- Ez. Ezer inoiz idatzi badut, niretzat baino ez du interesik izan.

- Orduan zein da zure ekarpena munduan?

- “Jasopena” ekarpena baino, akaso.

- Jaso duzula eman baino? Benetan hori al da zure alde esateko duzuna?

- Jaso dudanaren dirdira irradiatu dut noizbait. Edertasuna leku xumeetan topatu dut. Horregatik ez dit harrotasunak bihotza usteldu. Hori da nire alde esateko dudan bakarra. Ateak irekiko direla uste dut, nik badakidalako xamurtasuna dela paradisurako sarbidea. 



-  


[1] Oharra: Peter Pan bezala hegan egiteko hauts majikoa ezezik pentsamendu alai bat eraman behar duzu burura, eta nik argi dut nirea: nire kumeen urratsen hotsa. Izan nire lau hanketako kume iletsuak, izan nire  bipedo txikiak.

domingo, 12 de abril de 2020

Domingo de resurrección: día de espárragos


Es domingo de resurrección y mis palabras portan malentendidos. Llevan pegado un tono frustrado, reprobatorio. Necesito desvincular la lengua de mis nervios. Un poco de silencio. Algo que sintonice un tono neutro, para sobrellevar el día y estar a su altura.



Voy a pelar espárragos.

Aún tienen tierra pegada. Qué belleza lavarlos uno a uno. El sedimento marrón que queda en la pileta me produce un placer muy grande.

Espárragos con mayonesa: de niña, mi plato favorito. Casi no se comían en casa, pero si salíamos a restaurante, no era raro encontrarlos en el menú. “Aita, Ama ¡vamos a la Barranquesa!”, aventurábamos Kastortxu y yo algún domingo que en el ambiente se respiraba algo como de relajo, de ligereza, de alegre solemnidad, de aire de buenas noticias. Mi madre se entusiasmaba y mi padre le recordaba que había que cuidar el dinero. “Y yo de pequeño sólo fui una vez con la Amatxo a un restaurante, compartimos medio pollo y fue nuestro secreto”- nos decía.

Nosotros fuimos muchas veces. La Barranquesa… para mí espárragos con mayonesa de primero, albóndigas con tomate y con patatas fritas de segundo. Exótico ya lo de entrada y plato principal, para nuestra familia de plato único. La experiencia del lujo comienza así: con colores pastel en las paredes de un bajo bien iluminado, con la pulcritud de un mantel limpio, con la experiencia de ser pequeña y que te sirvan espárragos en platillo alargado y mayonesa en salsera (“sírvete lo que quieras, pero con la cuchara limpia para no estropear lo que sobre”), y que las albóndigas rebosen salsa en un plato hondo de barro, ideal para untar las patatas fritas. Y después pan. Pan fresquito para limpiar el plato de mayonesa y de salsa de tomate. “No te ha gustado la comida ¿eh?”- con sonrisa complacida la camarera. “Te has ganado el postre”. Me veo a mí misma con la expresión que veo en Enzo cuando dice “¡Delizioso Papa!”, con ese toque enfático, dulce y a la vez rotundo del italiano.

Pero... no podía ser en domingo. Un restaurante de menú de diario, seguramente cerraba. Y sin embargo, pienso en domingo.

¿Quién me contó por primera vez de la cosecha de los espárragos blancos? ¿Lo leí? Que se hace en oscuridad, antes de que salga el sol, que hay que protegerlos de la luz con bolsas negras. Pensé que sería una tradición del campo. Una sacralización del espárrago, una superstición para la cosecha. Algo así como la manía de cumplir a rajatabla con la receta del bizcocho de la abuela: “revuelve 7 veces: ni una más, ni una menos”, o no queda tan rico. Pero nadie madrugaría tanto por una superstición vacía, ni pasaría frío, ni trabajaría con las manos entumecidas si no mereciera la pena.

Hay que ser delicado para cambiar de color al mínimo roce del sol. Cuidado con el parto de espárragos. Delicada delicia, acostumbrada a la oscuridad. El contacto repentino con el sol moretea las puntas. Y el espárrago morado se paga menos. Y eso que venden espárragos “de punta morada” en lata. La próxima vez miraré si son más baratos. ¿Serán menos ricos?

¿A qué hora habrán cosechado estos espárragos? ¿Se sentirá algo de libertad clandestina al salir a cosechar de oscuro en estos tiempos de confinamiento?

Estos espárragos están perfectamente pálidos. Uno, dos, diez, veinticinco… 34 espárragos. Son unitarios, como de fruta que sale del fondo de la tierra. No se trocean como las zanahorias o las patatas. Cada uno cuenta. Nos tocan a 5 cada uno y sobran 4. Pondremos 6 a adultos, 5 a Enzo y Mari.

“Ama ¿cómo se cortan?” “Corta y desecha un par de centímetros de tallo, y pélalos empezando por la punta”. “¿Cuánto?” “Según”. Hace dos años que los preparo, pero me gusta corroborar las instrucciones y confirmar su imprecisión. Como si eso afinara la propia intuición, y ese “según” fuera un “confío en que te darás cuenta”. Algo se siente en el tacto del cuchillo. Hay algún nervio ancestral que detecta dónde va el corte aproximado. Y la finura de la piel. Estos quedarán blandos. Es muy poco lo que hay que quitarles. Creo. Eso me dicen mi mano y el cuchillo.

“Selman kuto konen saa ki nan ké djam”. Sólo el cuchillo conoce lo que hay en el corazón del djam, según el dicho haitiano. ¿Dónde tiene el corazón el espárrago? Quizás en la punta. La parte más blanda. La que pugna por salir de la tierra. La más audaz. La más sabrosa.  

Ahora mis favoritos son los espárragos tibios, recién cocidos. Cuando se comen así, no les echo mayonesa. Desde que sé que los espárragos no sólo se compran en lata. Desde que a abril, mi mes, se le ha sumado un nuevo placer de primavera. Desde que nos enamoramos de Cervera y Cervera nos nutre de espárragos, de pimientos, de almendras, de aceitunas, de amigos, de familia. Llevamos muchos días encerrados, mi tono está alterado, pero la casa se ha ganado ser llamada Refugio.  Y tenemos espárragos. 

Volvería a probar la salsa para espárragos de María José, esa vinagreta de verduras que nos servía en Gartzain. La recuerdo deliciosa, pero serán ya 25 años sin probarla. ¡Joder! No le he escrito para darle el pésame por la muerte de su madre. ¿Habrán podido hacer entierro? ¿Se habrá podido juntar al menos la familia? ¿Cómo habrán despedido a Josefa? Recuerdo la primera visita a Gartzain. Inma y Honesto aún no se casaban. Endika era pequeño. Oier… ¿Sería como Mari ahora? Estuvimos en el matrimonio de Inma, en la comunión de Endika, en casa de Marisol, en otras celebraciones… Sé que Gregorio murió, ahora Josefa, Endika es adulto, Oiertxo ya no se dirá en diminutivo… sé que la canción favorita de Maria José es “Aleluya de Leonard Cohen”, y yo recuerdo esa salsa (secreta) especial para espárragos. Lo siento como ayer, pero ya son 25 años.

“Para la cocción, agua con abundante sal, un poco de azúcar. Cuando el agua borbotea, bajas el fuego para que deje de bullir, echas los espárragos, vuelves a subir el fuego. Tardarán unos 20 minutos”. Ya van unos cuantos minutos más... Espero no haberme pasado con el azúcar. Así puedo usar el agua para preparar arroz mañana. Y así quedan ricos para comerlos hoy, vigésimo octavo día de confinamiento. Aberri Eguna. Domingo de Resurrección. Día de la bendición de los espárragos.